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Acepta la Dura Realidad, el Dolor, y el Miedo a Sufrir

Los entrenadores de la Marina de los Estados Unidos dicen a menudo, “El dolor es debilidad dejando al cuerpo.” Esta metáfora incentivadora describe una alquimia fascinante: la transmutación del dolor, inducido mediante entrenamiento, en confianza cuando se desempaña una actividad tanto en el campo de batalla, como en el campo de juego y en la vida. Otro dicho famoso, usado cuando las cosas se ponen difíciles, es “Enfrenta la situación, hazla tuya. ” Tú puedes aceptar la “dura realidad” del dolor temporal para desarrollar una actitud de “puedo hacerlo” e inclinarte ante cualquier tarea difícil sin flaquezas ni gemidos. No necesitas ser una superhombre ni una supermujer. Solo tienes que soportar mejor el dolor que el común de los hombres y mujeres.

Cuando las cosas se ponen difíciles, se pone en marcha la fortaleza: “Hazla tuya”. Integrar el dolor es bueno para ti- debes aprender a mantenerte firme ante él. En realidad, la profundidad y duración de la integración al dolor puede controlarse mentalmente. Reconociendo el valor que obtienes al integrarte al dolor y aceptarlo a través del tiempo debido a este valor, te hará descubrir que el proceso se vuelve más fácil, hasta que eventualmente terminas disfrutando el dolor por el tipo de persona en la que te está forjando. Por encima de todo, úsalo para incrementar tu VOLUNTAD- SER.

Si resistes al dolor por sí mismo, se vuelve más intenso, dura más, y puede causar que te rindas y lo evites en el futuro. El secreto es aceptar el dolor y enfocarte inmediatamente en algo más, tal como en los beneficios positivos que acarrea. El dolor disminuye muy pronto en intensidad y duración, liberándote para continuar creciendo como persona con el tipo de vida que más deseas. El confort nos aprisiona en un miedo a sufrir de baja gradación. De manera natural nos alejamos de las cosas que lastiman, sin entender cuánto nos debilita este patrón impidiendo que experimentemos plenamente la vida. Debemos definir nuestra zona de confort y luego salir de ella.

Sea que hablemos de esfuerzo físico o mental, el primer paso para aceptar el reto es ponerte firme y enfrentar el miedo a sufrir. Todos compartimos este miedo, que brota de una profunda necesidad de certidumbre y seguridad. El dolor es la vía mediante la cual el cuerpo te está diciendo que la seguridad está siendo amenazada porque algo se está saliendo de control. Sin embargo, cuando experimentas de manera consistente un crecimiento personal que se acumula al ponerte deliberadamente fuera de balance, tal como sucede con el trabajo duro, comienzas a aceptar ese dolor temporal por las recompensas que brinda. El miedo cae en el olvido conforme aceptas el reto. Cada vez que los instructores de la Marina me empujaron más allá de lo que pensé que podría llegar, el dolor primero causó una sensación de miedo, que transformé en una determinación enfocada. Después mi mente y mi cuerpo volvieron a recuperar el equilibrio (y noté que no era un incapacitado), la experiencia me hizo más fuerte y más sabio. Nada había que temer del dolor ni del miedo mismo. Esto sucedió repetidamente durante el tiempo que pasé en la Marina y se convirtió en un hábito desde entonces.

Es importante comprender la diferencia entre el dolor bueno y el dolor malo de modo que sabrás cuándo empujar y cuándo bajar la guardia. A uno de mis mentores, Tim Miller, una autoridad en Ashtanga yoga, le gustaba llamar dolor bueno a “integrarse al dolor” y dolor malo al “dolor desintegrado”. El dolor bueno -sea físico o emocional- está asociado al crecimiento y te fortalece. Piensa por ejemplo en ejercitar el dolor inducido, o en el tipo de dolor de tomar decisiones difíciles necesarias para mantener un enfoque frontal en tus metas. El dolor malo, por otro lado, es del tipo que te lastima psicológica y emocionalmente, y que está asociado con algún daño o con algo que puedes lamentar, con cosas que frenan tu paso o te hacen retroceder.

El hecho es que tendemos a evitar el dolor en todas sus formas, sea bueno o malo. Te aliento a continuar evitando el dolor desintegrante (malo). Sin embargo, el dolor integrador es bueno para ti -debes aprender a rendirte a él. En realidad, la profundidad y duración del dolor integrador puede ser controlado mentalmente. Reconociendo su valor te puedes integrar a él y aceptarlo por dicho valor que a la larga encontrarás que el proceso se vuelve más fácil, hasta que eventualmente disfrutas el dolor al ver el tipo de persona que está forjando dentro de ti. Si te detienes en el dolor per se, se vuelve más intenso, dura más, y puede hacer que te rindas y lo evites en el futuro. El secreto es reconocer el dolor e inmediatamente enfocarte en algo más, tal como en los beneficios positivos que brinda. El dolor pronto disminuye en intensidad y duración, liberándote para continuar convirtiéndote en la persona y con la vida que más deseas.

Enfócate en lo positivo

Una técnica simple para aceptar la dura realidad de una situación dolorosa es cambiar tu estado enfocándote inmediatamente en algo positivo… y luego sonreir y aún carcajearse. Esto obró maravillas durante mi entrenamiento en la Marina. Algunos de mis recuerdos más graciosos y entrañables son los relacionados con los eventos más difíciles. Debido a que puse una cara feliz y a que encontré el humor en algunas rarezas del momento, el dolor desapareció, reemplazado por una creciente confianza y valentía. En el jueves de la semana de novatadas, por ejemplo, uno de los instructores me atrapó bromeando con otro estudiante. Tomó como algo personal la broma para tratar de quebrarme una y otra vez. “Divino, ¡trae aquí tu trasero arrepentido!”, aulló con una mirada capaz de calmar las aguas de Waikiki. Me encaminé hacia el “Instructor Endiablado” manteniendo la atención, esperando mi sentencia. “Te voy a hacer renunciar, y no lo voy a dejar hasta que lo hagas”, dijo con una mirada de dado por hecho. Le devolví la sonrisa, lo que definitivamente no le gustó. Sonrió con más amplitud. “Empecemos con mil lagartijas de ocho tiempos”. “Okay,” pensé, es tiempo de cavar más hondo. Tendrá que matarme para que yo renuncie, así que mejor me desmayaría haciendo esas lagartijas antes de morir“. Me adentré en los ejercicios (un movimiento total del cuerpo en cuclillas y saltar a una posición de tablón, luego saltar con las piernas abiertas y hacia atrás, y finalmente saltando hacia adelante en una posición parada), contando cada ocho pasos y el número de repetición. Después de cincuenta repeticiones, estaba ya exhausto– había estado despierto y entrenando en torno al reloj desde el sábado en la tarde, ¡cerca de cinco días sin parar! Cuando me acercaba a las cuatrocientas, estaba entumecido, pero moviéndome todavía. A las setecientas estaba física y mentalmente acabado. Justo como durante mi prueba de cinta negra, me di cuenta de que necesitaba tocar mis armas especiales e ir más allá de lo físico. En este caso, necesitaba encontrar algo de humor en el momento, para volverlo positivo rápidamente, así que empecé a reírme como si hubiera escuchado el mejor chiste de toda mi vida. El Instructor endiablado volvió su atención a mí y me miró con una cara extraña. Me continué moviendo y riéndome, pretendiendo estar en mi propio show de comedia. Pronto me empecé a sentir cien por ciento mejor, como si rayos de energía estuvieran fluyendo a través de mí. Vi al Instructor endiablado de reojo y dijo: “Un día fácil, esto es divertido”. Me sonrió, genuinamente esta vez, y dijo, “Regresa con los de tu clase, Divino. Buen trabajo”.

CAMINO DEL TALADRO DE SELLO, Transmutando el Dolor en algo Positivo

A medida que enfrentas tu siguiente reto, ya sea de la variedad diaria o de un gran esfuerzo, acepta el reto del momento dirigiendo tu enfoque a algo positivo, sonriendo, y aún haciéndote reír. Toma control de tu historia (ISH) y usa un auto-diálogo positivo para reforzar el ajuste de tu actitud. Conecta el dolor del momento con tus propósitos y objetivos y date cuenta de que, en lo profundo de ti mismo, que estás recorriendo la espiral ascendente hacia el éxito.

En una situación grupal, da el siguiente paso y usa estas herramientas para ayudar a tus colegas a través de un momento retador. Si alguno tiene un atisbo de dolor o está expresando incomodidad, aliéntalo para que sonría. Puede no estar muy convencido al principio, pero, después de seguir con eso, él o ella pronto sentirá los efectos positivos psicológicos y fisiológicos. Ser fuerte para otros puede ayudar a ser fuerte también para ti mismo, y es increíblemente empoderante descubrir que tú puedes cambiar tu historia simplemente tomando control de tus expresiones faciales y verbales. Puedes encontrar incluso que la situación se torna realmente humorística y divertida.

Ve por el Reto

Un aspecto único, si es que es injusto, de nuestra hermosa condición humana es que si rehuyes el reto, él vendrá de cualquier forma, trayendo con él lecciones severas y dolorosas. Cuanto más intentas esquivarlos o aislarte a través de las trampas de la riqueza, de la armadura emocional, o de los agentes anestésicos como el alcohol, el reto se vuelve más duro. Recomiendo que enfrentes el desafío en lugar de esperar a que él venga a ti como una forma de quemar tu aletargamiento en un ambiente controlado. Aunque me he concentrado principalmente en los desafíos físicos en este artículo, cualquier reto estructurado hará el truco. Si los retos físicos te atemorizan, echa un buen vistazo al porqué. No te zafes tan fácilmente. Para construir tu “músculo de acepta el reto”, la clave para desarrollar tu habilidad de hacer hoy los que otros no, es retarte seriamente a ti mismo. No estoy hablando de retarte a ti mismo para lograr objetivos que has establecido para trabajar; estoy sugiriendo que busques retos retorcidos que incluso pueden parecer inalcanzables. Reclutar a tu equipo para que se te una es una buena manera de desarrollar acontabilidad y un “momentum”.

Puedo escuchar todos los “sí, pero” y los “qué pasa si” conforme lees esto:

Todas estas son solo excusas. Recuerda, lo que es duro para ti, debiera ser fácil para otros, la clave es imaginar el “reto retorcido” que te está esperando, ¡y luego ir tras él! Sentir resistencia hacia un gran reto es normal; empujar en contra de la resistencia es el Camino del Marino.

Los desafíos estructurados se presentan en tres formas. La primera es un reto que requiere de un esfuerzo sostenido durante un largo término. Esto puede incluir cosas tales como un compromiso a largo plazo de cinco sesiones de yoga a la semana, para alcanzar una cinta negra en alguna arte marcial, o para alcanzar maestría en una habilidad retadora. Aunque alcanzar un grado avanzado también cae en esta categoría, los desafíos más valiosos tienen un componente físico, mental, emocional, y espiritual. En segundo lugar están los desafíos que son un punto de referencia en el desempeño (estadísticas). Existe un dicho en los negocios y en la ciencia, de que si no es medible, no es real. Un punto de referencia es una medida angular que te permite notar y celebrar el progreso como una pequeña victoria en el contexto más amplio de una misión, y es una gran técnica para construir tu habilidad de aceptar el reto duro. Cuando me entrenaba para los “Crossfit Games” (evento de alta competencia), medía mi progreso mensualmente con entrenamientos estandarizados de manera que pudiera medir mi fuerza, habilidad, y capacidad de desempeño. Este concepto es igualmente válido para la medición de tu desarrollo personal. Si no mides tu progreso, entonces ¿cómo podrás saber si estás en la dirección correcta e incluso creciendo de alguna manera? ¿Qué medidas puedes establecer para tu desarrollo físico, fortaleza mental, y firmeza espiritual?

El tercer tipo de reto estructurado es una experiencia acrisolada tal como el Kokoro Camp, una expedición similar a un tour de navegación alrededor del mundo o el ascenso de una montaña. Estos suceden con menos frecuencia, pero los puedes preparar con esfuerzos incrementales. Muchos de mis compañeros asumen un reto menor cuatrimestralmente, tales como una carrera con obstáculos o una caminata larga. Entonces ellos programarán un reto mayor cada 18 meses aproximadamente. Todos estos tres tipos de reto forjarán una resiliencia mental y emocional, desarrollan confianza, y reducen el miedo al dolor. Todos ellos alimentan a tu espiral ascendente, sosteniéndote mientras aceptas el reto duro, y a cambio fortalece tu habilidad para hacer hoy lo que otros no, y te guía hacia nuevas historias poderosas acerca de lo que es posible en tu vida.

Descrea la Resistencia a Sufrir: ¿Qué tan malo es sufrir?

¿Qué tanto aguanto sufrir? ¿Qué tanto no quiero/rehuyo sufrir? ¿Cómo soy que no quiero manejar el sufrimiento = soy débil?